No nací en la maternidad La Altagracia,
no soy de la parroquia San Vicente,
no estudie en el Ramón Emilio ni en el Fabio,
nunca fui al cine Ana,
ni me bañe en el cachón.

Pero viví en Vietnam y me crié en el INVI,
en el mismo boulevard de La Milagrosa.

Jugué pelota en la Zafra y Basketball en el Framboyán.
Grite “Los Mina leña!” 2000 mil veces en el Palacio,
Siempre saludaba al Grillo,
y caminaba hasta la Duarte a pies cuando el equipo perdía.

Dure muchos años cogiendo carros en la Bomba,
comprando en “La fuente del saber” y
dando mis viajecitos al mercado.

Por eso: Quien me quita lo Lominero?
Quien me cambia mi lenguaje natal?

Aunque hable mil idiomas el Lominero será el mas “alante”,
Aunque me gusten Sabina, Arjona y Bunbury,
quien me quita escuchar a Julián, al Lápiz o a Omega.
No es mal gusto es mi Barrio aunque ya no viva en el.

Que viva la Sabana Larga, la Juan Pablo Duarte y la 4 de Agosto!
Vivan Maita, Chú Mercedes y Víctor Hansen!
Desde la cabeza del puente de la 17 hasta la eterna rotonda de la San Vicente
se puede vivir feliz, creyendo en Dios y sin ser delincuente!

Los Mina: Alante Alante!

Viajar en un avión lleno de dominicanos es una experiencia muy simpática. Los dominicanos solemos ser pasajeros muy pintorescos, no solamente por la cantidad de equipaje que llevamos (principalmente al regresar de Estados Unidos), sino también porque hablamos mucho en el avión, somos demasiado confianzudos, es decir, en un avión de dominicanos parece como si todos anduviéramos en un mismo grupo. Claro, esto ha ido variando con el tiempo, ahora muchos dominicanos intentan ser más “educados”, pero aun queda un distintivo particular en nuestros viajes: el aplauso de aterrizaje.

Los dominicanos siempre aplaudimos cuando el avión aterriza. En un principio yo entendía que quizás lo hacíamos por “chercha”, por decir “que bueno que aterrizamos, gracias a Dios!” o simplemente porque nos gusta aplaudir (nosotros aplaudimos también después del himno nacional, es decir, que puede ser cuestión de gusto). Pero en mi ultimo viaje a Estados Unidos (digo ultimo pero era también el primero) me di cuenta que el aplauso tiene un significado mayor. Cuando aterrizamos en Newark el aplauso fue muy tímido, solo como algunas 10 personas aplaudimos, entonces el Capitán dijo: “Y mi aplauso donde está?” Entonces me di cuenta que el es quien se merece el aplauso por llevarnos a salvo hacia el destino deseado, no es fácil pilotear un avión. En ese momento todos aplaudimos eufóricamente como buenos dominicanos. Espero que nunca perdamos esa costumbre, ya que somos los unos pasajeros bien agradecidos.