Como anoche (diario de un peatón)
Capítulo invitado – By Wilson Cabral
Agosto del 2005
Viernes por la tarde a eso de las 5:00 p.m. Acababa de caer un aguacero del carajo. Iba rumbo a la universidad APEC y tomé un carrito en la Padre Castellanos con Albert Thomas rumbo Quinto. Debo decir que para tomar un carro ahí, se debe hacer la seña correspondiente a la ruta para montarse, que en éste caso, es nada mas ni nada menos, enseñar la palma de la mano con los dedos extendidos formando el cinco (indicando el quinto), como si estuviera enseñando una paleta de votación de un festival de la canción cualquiera (imagínense la lucha que debe pasar una persona que le falte uno de los dedos de la mano o que tenga un dedo de más y pidiendo esa ruta, no consigue carro nunca).
Como era viernes social la vestimenta debía ser casual y listo para rumbear después de clases, así que me puse gelatina Alka en el pelo, perfume Kuorus, desodorante del deíto Deporte, un Polo Shirt casi Cristian Dior de una paca de mi tía, ella vendía ropa en la pulga. Era mas bien Cristian Pior, unos pantalones Nison, (Ni son largos, ni son cortos) y unos Conbel verdes (lo escribí asi porque tampoco eran originales, eran de la misma paca).
Se paró un carro con más colores que un diablo cojuelo en pleno carnaval: bompers rojos, las puertas azules, blancas y verde, la capota amarilla, el baúl color negro y el frente de color rojo vino. Estaba pintado con brocha. Me percate de la cantidad de pasajeros que había: cuatro en la parte trasera y uno adelante, sin contar el chofer.
Me senté en el asiento delantero del biónico y me percaté que el asiento no era para dos, parecía más bien para la mitad de uno, así que, cual sardinas obedientes, nos acotejamos. Me senté en posición fetal vertical, los pies encogido con la mano derecha fuera de la puerta, parecía una extremidad más del vehículo, de vez en cuando le servía al chofer como direccional derecha para entrar y salir de los tramos a la hora de dejar y recoger a alguien y evitar que nos den un golpe a la hora de cambiar de carril.
A la vez que escuchaba "Ojala que llueva café en el campo" de Juan Luis Guerra Seijas me iba dando un pase con el olor a gas que se escapaba del tanque del carro y que ya me estaba mareando. Antes de llegar a la Gómez nos detuvimos ante un tapón, cosa rara en Santo Domingo, lugar en donde no se va la luz y el dólar esta a la par con el peso (no me crean, es un sarcasmo, me los vacilé). La fila de vehículos del tramo a mi derecha avanzó mas rápido que en la vía donde estaba mi biónico y en ese instante pasó como "anima demonium portat" una banderita que cruzó sobre un charco de agua hedionda y sucia la cual me cayó toda encima. Solo pude exclamar como el borracho aquel: "¡Diaaaaaablo!". Estaba más mojado que "El Submarino Amarillo" de los Beatles.
Para colmo de los males nadie mas, en el carro donde yo viajaba, se había mojado. Solo yo. Y la maldita guagua se paró como a cincuenta metros de mí. Para colmo de los males yo tenía que apearme en ese instante. Imagínense, todo el mundo en la guagua me observaba con cara de pena y muertos de la risa.
Me desmonte lo mas calmado posible, dejé las risas de los pasajeros atrás, una doñita que iba en la parte trasera de mi biónico se compadecía diciendo: "Ay ombe, ta to mojao". Tenía ganas de entrarle a golpes al "descendiente directo en primer grado de una cortesana de dudosa moral" del chofer de aquel alma trote, pero en vez de eso hice lo que todo buen peatón haría, bajé de mi biónico, crucé la Kennedy y tomé otro carrito rumbo a mi casa. Un pasajero, esos que siempre aparece me hizo una de esas preguntas estúpidas: "Loco, ¿te mojaron?" tenía ganas de responderle: "No imbécil es que estoy menopáusico". Pero bueno, el pique no me dio para más que pagar dos pasajes para que nadie se pegara de mí y mojarlo. Me senté atrás, bien acurrucadito, como anoche…
Etiquetas: Como Anoche
Se han dicho como 10 cosas acerca de esto:
Eso de las preguntas estúpidas es la gota que derrama el vaso de cada pique. Cumpliste muy bien con lo del estilo. Ta heavy!